TABACO CUBANO
La Realidad de un Mito
Para las generaciones de habaneros que en nuestra época de estudiantes viajábamos cada año para trabajar por un período de cuarenta y cinco días hasta las tierras pinareñas de San Juan y Martínez, San Luis, y Sandino, el cultivo del tabaco más que un mito es una realidad que aún llevamos prendida con fuerza en la memoria.
Con el paso de los años apreciamos esa experiencia como algo muy valioso que nos concede el orgullo de haber asistido a la mayoría de las fases por las que pasa este tesoro aromático en su camino hasta llegar a las manos ávidas de los consumidores.
Entre todos los cultivos agrícolas, creo que pocos necesitan tanta sabiduría, sensibilidad y dedicación como los que exige el tabaco; desde que se planta la postura hasta que la hoja queda lista para ser recolectada son muchas las labores y cuidados que tienen que acontecer. Cualquier actividad a desarrollar en ese periodo por más sencilla que parezca, lleva una magia y posee sus secretos;
* La limpieza.
* El deshije la batalla contra aquellos gusanos conocidos como vegueros.
* Entre otras faenas, contribuirán a su sanidad y rendimiento.
En verdad las llamadas casas de tabaco son singulares y atractivas, su estructura y composición debe responder a las exigencias que demanda el secado de las hojas, este no puede ser violentado para que no se perjudique el futuro aroma y la suavidad adecuada de las mismas, ya sean estas destinadas para tripa o capa. Estar dentro de dichos locales y contemplar los cujes atestados de esas hojas, que día a día van transformando su color, constituye una experiencia que facilita comprender cada una de las características que más tarde tendrá el producto terminado.
Al pasar a la otra etapa de su elaboración hay que admitir que las fábricas de tabaco nuestras atesoran un misterio muy especial que se vincula a una relación históricamente afectiva con esa planta, y a la espiritualidad que de cierta manera exige el trabajo manual.
Como curiosidad importante hay que agregar la existencia en esas factorías de una figura pintoresca y útil que anima el acto paciente de la producción; me refiero al llamado lector de tabaquería, persona que le lee a los obreros, textos literarios e informativos mientras estos realizan su trabajo. Uno de los encantos que proporciona visitar estas tabaquerías es contemplar las disimiles habilidades que despliegan las torcedoras.
El tabaco de estas tierras por su fama y calidad engendra un complejo ritual que entre otros aspectos incluye su conservación (en los humidores); este habano resulta una elección insuperable para sellar una comida exquisita, justo después de haber consumido una taza de café fuerte. El buen catador antes de encenderlo a través del tacto ya tiene una noción de su calidad; algunos retiran las vitolas para coleccionarlas, otros prefieren contemplarlas, mientras la ceniza circular anuncia su feliz consumo.
Finalmente el habano arde con una elegancia semejante a la de la vela, o el incienso; tres se consumen para que se incremente el placer.
Saludos informáticos!
En tiempos de pandemia #QuedateEnCasa
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