En los últimos años,
se ha vuelto común que, en entornos laborales, ya sean públicos o privados,
utilicen grupos de WhatsApp como medio de comunicación con su personal y entre
equipos de trabajo, con la creencia de que resulta un medio transparente de
notificación.
Si bien esta práctica puede parecer una solución rápida y
accesible, es importante reflexionar sobre algunas de las implicancias y
riesgos que conlleva.
Estar dentro de un grupo de este tipo implica, en primer
lugar, exponer datos personales, como el número de teléfono, la imagen de
perfil o incluso el nivel de actividad en línea. Aunque hoy es posible
configurar ciertas opciones de privacidad, lo cierto es que esa exposición no
se limita al clásico “punto verde” o al visto: también se generan percepciones
a partir del ritmo de respuesta, quién responde primero o con qué frecuencia
alguien interviene.
Esto puede derivar en suposiciones innecesarias o juicios sobre la disponibilidad o el compromiso, que no siempre se ajustan a la realidad.
Además, estos grupos suelen transformarse, con el tiempo, en espacios donde se desdibujan los límites profesionales. La comunicación puede volverse más informal, y esto da lugar a comparaciones, comentarios sobre la distribución de tareas, turnos o coberturas, e incluso a situaciones que rozan lo personal. Todo esto puede afectar el clima laboral y generar tensiones entre colegas.
Otro punto importante es la pérdida del trato personalizado. Cuando
todo se gestiona a través de mensajes grupales, se diluye el contacto directo,
se pierde el contexto de las conversaciones, se pone en duda el valor de
quienes dirigen y/o conducen dentro del ámbito laboral, así cómo las
intencionalidades o el tono. Esto aumenta el riesgo de malentendidos y puede
debilitar la calidad de los vínculos humanos dentro del entorno de trabajo.
En definitiva, aunque las herramientas de mensajería instantánea tienen su utilidad, su aplicación en el ámbito laboral debería ser cuidadosamente evaluada. Es fundamental establecer límites claros, preservar la privacidad individual, y, sobre todo, mantener el respeto por las relaciones interpersonales, que son la base de cualquier espacio de trabajo saludable.
D/R Facundo A. Grosso
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